Batalla de las Piedras
Batalla
de Las Piedras (1811)
La batalla de Las Piedras fue el primer triunfo importante de José Gervasio Artigas, al mando
del ejército patriota de la Junta
Grande de las Provincias Unidas
del Río de la Plata en el territorio del Uruguay, que venció
a las fuerzas realistas del gobernador de
Montevideo y nuevo virrey del Río de
la Plata, Francisco Javier de
Elío, a media tarde del 18
de mayo de 1811. Ambos
bandos se enfrentaron en nombre del rey Fernando
VII de España.
Antecedentes
En 1810, la Revolución de Mayo había
forzado a los funcionarios virreinales a abandonar Buenos
Aires, pero éstos resistieron en la Banda
Oriental y, por ello, España trasladó la capital del Virreinato del Río de la
Plata de Buenos Aires a Montevideo.
A comienzos de abril de 1811, el revolucionario José Gervasio Artigas
regresó a la Banda Oriental con aproximadamente 180 hombres, proporcionados por
la Junta Grande porteña, con los cuales inició la
resistencia contra los realistas en la Banda Oriental.1 El 11 de
abril emitió la Proclama de
Mercedes, asumiendo el mando de la revolución.
Desarrollo
El gobernador de Montevideo y ya entonces virrey del Río de la Plata,
Francisco Javier de Elío, designó al capitán de fragata José
Posadas, jefe de las fuerzas regulares que guardaban la Plaza fuerte relista.
Posadas instaló su cuartel general en San Isidro Labrador de Las
Piedras, en las cercanías de Montevideo, para librar allí un enfrentamiento
decisivo contra los revolucionarios.
Entre tanto José Artigas se ubicó en la villa de Nuestra
Señora de Guadalupe. Los artiguistas llegaron a conformar un
ejército de mil hombres, mientras que las milicias de Posadas estaban
constituidas por 1.230 personas, de las cuales cerca de doscientos desertaron y
pasaron al bando revolucionario rioplatense en medio del fragor de la lucha.
Los soldados españoles eran profesionales, disponían de artillería y de
los fusiles más modernos de la época. Estaban preparados para realizar
maniobras militares complejas y sacar el máximo partido al armamento que
poseían. La milicia artiguista estaba formada, en su mayoría, por hombres de
campo y desertores de las filas españolas.
A pesar de que la altura favorecía a los españoles, fue Artigas el que
dio el primer paso. Hacia las once de la mañana del 18 de mayo, envió parte de
la infantería bajo el mando de Antonio Pérez. En respuesta, Posadas ordenó
abrir fuego contra el grupo, que se batió en retirada. La infantería española
abandonó su ventajosa posición para perseguir a los revolucionarios. El primo
de José Artigas, Manuel Artigas, al mando
de unos seiscientos jinetes armados con boleadoras y picanas,
atacó la retaguardia de Posadas por la izquierda, y así, atrapó al ejército
español entre dos fuerzas: la caballería y la infantería, que cesó la retirada
y volvió a la lucha.
La batalla se alargó durante varias horas, hasta las cinco de la tarde,
cuando las tropas españolas empezaron a abandonar sus puestos, el capitán José Posadas
izó una bandera blanca y entregó su espada a Artigas, importante hecho
simbólico para la revolución.
Consecuencias
Esta batalla resultó un claro triunfo para la Revolución de Mayo. Fue
luego de esta victoria que Artigas pronunció su famosa frase «Clemencia para
los vencidos, curad a los heridos, respetad a los prisioneros», en
referencia a las fuerzas del ejército español. Después de la batalla murió
Manuel Artigas, primo de José Artigas, homenajeado en Buenos Aires por ser el
primer oficial muerto en combate por la causa revolucionaria. El parte
afirmaba: «Las ocupaciones que me han ofrecido el honroso cargo que usted
tuvo a bien confiarme, no me han permitido, desde mi salida de esa capital, dar
a usted una relación detallada de los movimientos practicados y el feliz suceso
de las armas de la patria; pero he cuidado de avisarlos respectivamente al
señor Belgrano y al coronel don José Rondeau, desde que fue nombrado jefe de
este ejército, quienes creo lo harían a usted en iguales términos.»
«Aprovecho sin embargo estos momentos para elevar a su conocimiento
todas las operaciones de la división de mi cargo.»
«Con ella llegué el 12 del corriente a Canelones, donde acampamos
destacando partidas de observación cerca de los insurgentes que ocupaban las Piedras;
punto el más interesante, así por su situación como por algunas fortificaciones
que empezaban a formar y por la numerosa artillería con que lo defendían.»
«En la misma noche se experimentó una copiosa lluvia, que continuó
hasta las diez de la mañana del 16, en cuyo día destacaron los enemigos una
gruesa columna a la estancia de mi padre, situada en el Sauce, a cuatro leguas
de distancia de las Piedras, con objeto de batir la División de Voluntarios del
mando de mi hermano don Manuel Francisco Artigas, que regresaba por orden mía
de Maldonado, a incorporarse con mi División. Se hallaba acampado en Pando y
luego que sus avanzadas avistaron al enemigo, me dio el correspondiente aviso
pidiéndome 300 hombres de auxilio: en cuya consecuencia y de acuerdo con los
señores capitanes determiné marchar a cortar a los enemigos.»
Alberto Zum Felde consideró a
la batalla de Las Piedras como decisiva para el futuro de la revolución. Ante
la derrota de Manuel Belgrano en el Paraguay y el Paraná, sin la
batalla de Las Piedras «la Revolución de Mayo hubiera sido ahogada a los
pocos meses de [su] pronunciamiento.»2
Sin embargo, la victoria de Las Piedras será contrarrestada por la
invasión portuguesa de la Banda
Oriental, promovida por las fuerzas de Elío.
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