Los consejos de Circe
Los consejos de Circe
Ulises y sus compañeros llegaron a la isla de Eea, donde
vivía Circe, hija del Sol. Tras pasar allí un largo tiempo. Circe previno a
Ulises de las peligrosas aventuras que aún le faltaban vivir y le aconsejó cómo
podría salir victorioso de ellas.
-En primer lugar -dijo Circe-, llegarás a un lugar donde
viven las sirenas, que hechizan a los marineros con su dulce voz para que no
puedan regresar junto a su familia. Para evitarlo, tapa los oídos de tus compañeros
con cera. Y si tú quieres escuchar el canto de las sirenas, pide a tus
compañeros que te aten fuertemente al palo mayor del barco. Y diles que no te
suelten aunque lo supliques.
-Después de las sirenas - continuó Circe-, tendrás que
escoger entre dos rutas. Una pasa entre grandes rocas de las que nadie, hasta
ahora, ha podido salvarse, pues las embarcaciones se han hundido a causa del oleaje
que las empuja contra las rocas. La segunda ruta pasa entre dos peñascos: en el
más alto habita Escila, terrible monstruo de seis cabezas y doce pies, que devora
los peces del mar, y también a los marineros; en el peñasco más bajo vive
Caribdis, que tres veces al día sorbe el agua del mar y se traga todo lo que en
ella se encuentra, y, luego, escupe los restos de las naves. Pasad rápidamente
junto al peñasco de Escila, pues siempre es mejor lamentar la pérdida de seis
compañeros que la de la tripulación entera.
-Finalmente -concluyó Circe-, llegaréis a la isla del Tridente.
Allí pacen los rebaños del Sol: cincuenta ovejas y cincuenta vacas. Si pasas
sin causar daño alguno a estos rebaños, podréis regresar sanos y salvos a Ítaca.
Por el contrario, si causas algún daño, nadie se salvará.
Tras escuchar las palabras de Circe, Ulises y sus
compañeros, reemprendieron su largo viaje de vuelta a Ítaca: su hogar.
Homero, Odisea (adaptación).
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