Lectura: Me llamo Dafne
Lees: un relato
Me llamo Dafne
Mi gatita se llama
A. Y yo me llamo Dafne. Yo no sé por qué me llamo Dafne, pero sí sé por qué mi
gata se llama A.
Yo misma le puse ese nombre. Se llama A porque es la
primera mascota que tengo en mi vida, igual que la A es la primera letra de
todas.
A lo mejor luego tengo otras mascotas, una tortuga, o un
pez de colores, pero la primera ha sido mi gata A.
Me la regaló mi tía A. Bueno, mi tía no se llama A. Se
llama Ana, pero yo la llamo A, sólo con la primera letra de su nombre. Es más
divertido y a mi tía A le gusta.
También a mi gata le gusta su nombre. En cuanto dices
«A», ella viene corriendo a tu lado esté donde esté. Fijaos si será lista mi
gata que, si alguien dice una palabra que empiece por A, zas, ella que se pone
delante.
Por ejemplo, si estamos desayunando y mi papá pide
azúcar, como AZÚCAR empieza por A, mi gatita A se sube a la mesa de un salto y
se planta delante de él.
Por eso, cuando no queremos que mi gata A moleste,
tenemos que tener mucho cuidado de no decir ninguna palabra que empiece por la
letra A .No puedes pedir agua aunque te mueras de sed. Ni harina para hacer
croquetas. Ya sé que HARINA empieza por hache, que no soy tonta. Pero mi gata
no lo sabe, y como además la letra hache no se pronuncia...
Bueno, la verdad es que ahora mismo mi gata A no vendría
aunque dijeras AGUA, o ACEITE, o ACEITUNAS, o ADORNO, o AVIÓN, o ADIVINANZA. No
vendría porque está mala. Está tan enferma, tan enferma que no sé si se va a
curar o se va a morir.
Y yo estoy muy triste, claro. Estoy tan triste, tan
triste que mi mamá dice que voy a caer enferma de tristeza, igual que mi gatita
A
Y entonces me he parado a pensar y me he dicho: « ¡Si me
pongo enferma, no podré terminar de contaros la historia de mi gata A!» ¡Vaya
faena!, ¿no?
Y si me pongo enferma, tampoco podré cuidar a mi gatita A
para que se cure.
Así que he decidido no estar triste y no ponerme enferma.
Acabo de decidirlo.
Y lo que voy a hacer es contaros a vosotros y a mi gatita
el cuento de la letra A, a ver si se cura. ¿Que si los cuentos curan? Yo creo
que sí. Y en todo caso, siempre podemos comprobarlo.
Ramón García Domínguez, Cinco cuentos para”uoiear”.Col.Tucán.Editorial
Edebé (fragmento)
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