Primeros montevideanos



                                                              La vida de los primeros montevideanos.


 La nueva ciudad era un puesto de defensa español contra los portugueses y tenía frecuentes ataques de los indígenas. La muralla que la rodeaba la protegía de esos peligros. Las puertas se abrían al amanecer y se cerraban cuando anochecía. Las

 personas que no sentían el aviso del cañonazo que anunciaba que se iban a cerrar, corrían el peligro de quedar afuera toda la noche.


 Las casas eran modestas, hechas de adobe y con techo de paja; luego se empezaron a hacer las primeras casas de material. Tenían un patio central y todas las habitaciones daban a ese patio. No era frecuente que tuviesen aljibe, y conseguir agua era uno de los problemas: había que comprarla a los aguateros que la sacaban de las fuentes de La Aguada. El agua sucia se tiraba tranquilamente en la calle.


 Como tampoco había luz eléctrica era necesario alumbrar con velas. La gente se acostaba temprano. Pero no por eso la ciudad quedaba a oscuras al anochecer; las calles estaban iluminadas por faroles con velas…con velas que pagaban todos los vecinos mediante un impuesto.


 La verdura, la carne y el pescado se compraban en las plazas donde había ferias. Se comía dos veces al día, al medio día y a la noche.

 Poco a poco la ciudad se fue transformando de puesto militar en puerto, ya que su bahía profunda permitía la llegada de las naves. Los barcos más frecuentes eran barcos que traían esclavos que eran vendidos en Montevideo. Se obligó a los esclavos a hacer tareas domésticas y eran castigados si no obedecían o trataban de escapar.


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